Camacho y Ebrard; paralelismos

Por Mario A. Medina

Era octubre de 1993. Acababa de regresar de una gira del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari por Bélgica, Países Bajos y Suecia. Fue entonces que el director general de Notimex, Rubén Álvarez, me llamó para informarme que tendría que cubrir las actividades del secretario de Desarrollo Social, Luis Donaldo Colosio, porque era “muy seguro” que sería el candidato presidencial del PRI y que lo seguiría en su campaña. 

El domingo 28 de noviembre de 1993, parecía iba ser un domingo cualquiera, cuando empezó a circular la versión de que Colosio era el bueno. Había sido “destapado” Era mi descanso, pero me llamaron que me moviera a la Sedesol en Constituyentes para cubrir el “besamanos”.  

Sin embargo, el “júbilo” de los priístas por destape de Colosio, los días subsiguientes trajo un conflicto político entre el sonorense y el Jefe del Departamento del Distrito Federal, Manuel Camacho Solís, uno de los funcionarios más cercanos a Carlos Salinas. 

Habían estudiado juntos en la facultad de Economía de la UNAM. Por ello muchos en torno a CSG, suponían que Camacho iba a ser el “favorito” a suceder a su amigo en la presidencia del país. Manuel Camacho, también supuso lo mismo. 

Enrique Márquez, el “ideólogo de cabecera” de Camacho recordó en una entrevista con la revista Proceso que el 20 de noviembre de 1993, en el balcón central de Palacio Nacional, al hacerle algunos comentarios (a Salinas) sobre los problemas de la ciudad y sobre el curso de la política nacional, le hizo algunas sugerencias políticas pensando en su futuro. “Salinas, seco y cortante, sólo me respondió: –Manuel, eso ya le tocará decidirlo al candidato. No necesitaba que me dijera más”.

Manuel Camacho dejó el DDF y fue nombrado secretario de Relaciones Exteriores (SRE), donde duró muy poco para luego ser el negociador del gobierno en Chiapas, tras el levantamiento zapatista. El papel que Camacho tuvo en la negociación con el EZLN fue destacado. El comisionado para la Paz y la Reconciliación en Chiapas le ganaba al candidato Colosio las primeras planas y las notas en la radio y en la televisión. Luis Donaldo no levantaba, no prendía. Fue entonces que, a propósito o no, se empezó a manejar que Camacho podría sustituir a Colosio como candidato presidencial. 

Vino entonces el asesinato de Colosio y, por supuesto, no se dejaron esperar las afirmaciones que acusaban al ex jefe del DDF de ser el autor intelectual del magnicidio. 

El que no haya sido el candidato del PRI, provocó en Manuel Camacho Solís, una suerte que muchos calificaron como un “berrinche”, y poco después su renuncia al partido tricolor. Luego vino la idea de escribir sus memorias. En el diario El Economista, Alejo Garmendia, adelantó que “Camacho estaba en vías de formar un nuevo partido político, el Partido Liberal Mexicano, con el cual pretendería poner obstáculos a Ernesto Zedillo”.

Aquella versión fue desmentida por el personaje más cercano a Camacho, su amigo, Marcelo Ebrard, quien aseguró que esa información era una mezcla de materiales diversos que no coincidían con lo que se iba a publicar.    

Algo había de cierto, Manuel Camacho habría de formar en 1999, el Partido de Centro Democrático (PCD), un partido político que tuvo una vida cortísima, como una pavesa, un instante, del 30 de junio de 1999 al 15 de septiembre de 2000. El PCD sólo participó en las elecciones de 2000 con el registro condicionado al resultado de las elecciones. 

Camacho fue su único dirigente y candidato presidencial. Su presencia fue nula en el país. No tenía bases sociales. El partido era sólo de algunos amigos de Manuel Camacho y unos cuantos simpatizantes que le dieron su voto, 206 mil 589 sufragios; el 0.55% de la votación nacional, por lo que perdió su registro.

El PCD ocupó el último lugar, pero en aquellas elecciones para Jefe de Gobierno del Distrito Federal el candidato, Marcelo Ebrard, declinó en favor del entonces perredista Andrés Manuel López Obrador, quien se levantó con la victoria.

Desde ese momento, Marcelo había venido acompañando a Andrés Manuel López Obrador, un tanto como lo hizo Manuel Camacho Solís con Carlos Salinas de Gortari desde la universidad donde sus compañeros de clases media-baja y baja, los apodaban  como un caramelo de los años 60, cuyo slogan publicitario cantaba: “Toficos…mmm, ¡qué ricos!”–; en alusión su poder adquisitivo, pues eran hijos de políticos y militares.

La historia de la relación entre López Obrador y Marcelo Ebrard recuerda que éste último fue secretario de seguridad, siendo AMLO Jefe de Gobierno; luego Marcelo asumió la misma responsabilidad en el periodo 2006-2012. Salió en aquel año del país por ser perseguido políticamente por el presidente Enrique Peña Nieto y regresó de Francia a México en 2017, donde se acercó a Morena para participar en el proceso electivo de 2018 que ganó López Obrador. 

En 2012, en una contienda interna para saber quién debería ser el candidato del PRD a la Presidencia de la República, ambos se enfrentaron en una consulta o, mejor dicho, en una encuesta, en una batería de cinco preguntas. Las dos primeras las ganó Ebrard; las restantes, Andrés.

“Cabizbajo y con un semblante poco expresivo, Ebrard Casaubón se adelanta y dice: Soy leal. Podría empecinarme, ir a las internas. Pero ¿dónde queda la congruencia? Sería un suicidio para la izquierda. El camino está antes que el deseo, el mayor de los éxitos a Andrés Manuel, la sala estalla en aplausos de los asistentes que respaldan a López Obrador. Ebrard anotó puntos en favor pese a perder esta vez”. (El Economista-11 noviembre de 2011).

Esta ocasión Marcelo actuó de manera distinta a como lo hizo en el 2012. Tal vez porque suponía que López Obrador le debía aquel gesto de 2012 y que debería ser su sucesor como Manuel Camacho Solís creyó, y por eso se sintió traicionado por CSG, tal vez porque su amigo le habría prometido sería quien lo sustituyera.

En esta ocasión, el escenario pareciera distinto, aunque tiene matices muy parecidos. Marcelo conocía las reglas y sabía que, al menos desde un año antes, Claudia Sheinbaum le había ganado todas las encuestas serias. 

Hoy Marcelo ha hecho lo mismo, al tratar dinamitar la elección interna presidencial de Morena. Busca, como Camacho, crear una organización política; como Camacho, Marcelo no tiene estructura, ni base social, salvo unos cuantos seguidores y unos cuantos amigos.

Que no le cuenten…

Ok. Que no se demuele la casa chueca de Xóchitl Gálvez, pero que sí informe –sin sus payasadas y mentadas de madre- ¿por qué obtuvo un descuentazo de sus desarrolladores?, ¿por qué su uso y su ocupación son ilegales? ¿Por qué no cumple sus apuestas cuando pierde?¿Por qué se encabrona cuando la cuestionan al respecto?¿Por qué siempre miente? Si sigue con sus mentiras, la van a llamar: “La PinoXhotl!