Hay que valorar a los entrenadores

Por Nelson Vargas

Hace unos días, me llegó por redes sociales un texto que me hizo reflexionar y generó en mí la necesidad de compartir parte de lo que me dijeron de personajes vitales en la formación y desarrollo de los atletas.

Cuando hablamos de los grandes triunfos, los récords, las medallas, lo hacemos del deportista, su trayectoria, sus méritos, lo que ha sacrificado para llegar a ese nivel, pero hay personajes de los cuales muchas veces solamente hablamos “por encimita”.

Se trata de los entrenadores, aquellas mujeres y hombres que día a día forjan el carácter y desarrollan las habilidades de los deportistas. Mujeres y hombres que se convierten prácticamente en otro miembro de la familia del atleta.

Por eso, quisiera reproducir parte del texto que me compartió Denisse Cupa.
“¡A nadie le importa el entrenador!”, se titula el texto de Denisse, que comienza con una frase lapidaria: “Las emociones del entrenador se dejan en un segundo plano en el ámbito deportivo”.

Después, nos describe parte de lo que hace un entrenador, quien es “la mano derecha del atleta, el que no sube al podio y la persona que prácticamente hace posible la preparación deportiva, pero al mismo tiempo es el gran olvidado… Cuando hablamos de deporte, es común referirnos al rendimiento del atleta, a sus emociones cuando gana y cuando pierde, además de su comportamiento en entrenamientos y competencias; pero pasamos por alto al entrenador”.

Y como bien dice Cupa, la gente da por hecho que el entrenador debe ser perfecto y nunca puede fallar, ni siquiera con una palabra.

“Su rol está lleno de exigencias. Se les exige tener un buen comportamiento, entrenar efectivamente a los atletas, tomar buenas decisiones, mantener un estado psicológico equilibrado, no salirse de sus casillas, ¡Que sea de excelencia! Pero cuando se trata de darle herramientas para fortalecerse personalmente o prepararse emocionalmente, a todo mundo parece temblarle la mano”.

Las tareas del entrenador, en efecto, son muchas. Desde planear las prácticas, hasta ser psicólogos de los atletas y luchar ante la falta de apoyos de las autoridades. Además, tienen que actualizarse constantemente para darle lo mejor a su deportista; es decir, no descansan, y a veces tienen que buscar sus herramientas, porque si no hay apoyo para los deportistas, imagínense si lo habrá para los entrenadores.

“No pierdo la esperanza de que esto cambie y podamos ver equipos y clubes deportivos más preocupados por sus entrenadores, dando la importancia necesaria a su estabilidad emocional. Donde la comprensión prevalezca al simple juicio y, sobre todo, entendiendo que la atención hacia ellos puede ser una forma más de aportar al avance deportivo que todos buscamos”, concluye Cupa, en un texto que sentí la necesidad de compartir por la importancia de reconocer y darle su lugar a quienes han pasado años y años formando, ayudando y viendo crecer a una infinidad de deportistas, en muchas ocasiones, sin el reconocimiento moral y económico que merecen, y puestos -desgraciadamente- en segundo plano.