De cómo es que el sapo solito se ensarta

Por Mario A. Medina

“Bomba energética vs la 4T: Canadá se suma a EU y le echan montón a México”, destacaba la cabeza de una nota del portal de Grupo Fórmula. Otros articulistas dedicados al periodismo financiero señalaban que “finalmente la amenaza se cumplió y el lobo apareció”; algunos más hablan de un “pleito”, donde concluyen desde mucho antes: “Nos va ir como en feria”.

Los gobiernos de Estados Unidos, Canadá y México, van a iniciar un proceso de consultas sobre las políticas energéticas de nuestro, pues consideran que éstas son discriminatorias y favorecen a la CFE y a Pemex, pues argumentan, se viola el Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC).

Este tipo de inconformidades es común que se susciten en acuerdos comerciales, y para ello se determinan reglas que les permite a los asociados a dirimir su diferencias, llegar a acuerdos, a compromisos, y si no, entonces sí, se tendrían que ir a juicios internacionales, después vendrían los fallos.

Llama la atención cómo un sector político-económico nacional que está plenamente ligado a los intereses energéticos, como por ejemplo, Arturo Sarukan, Idelfonso Guajardo, Jesús Reyes Heroles, por mencionar a algunos, y quienes fueron funcionarios en los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto,  hoy son cabilderos, defensores de empresas energéticas extranjeras.

Cuesta trabajo creerles que su “desvelo” es por el país, que su “intranquilidad” tiene que ver con  que México podría ser castigado con el pago de entre 10 y 30 mil millones de dólares en aranceles si pierde la disputa comercial.

Su preocupación es increíble cuando son los mismos quienes impulsaron las reformas para privatizar la energía eléctrica e hicieron hasta lo imposible por desmantelar a Pemex y dejar a la paraestatal prácticamente en la banca rota.

Cuando éstos buscan alarmar de que “el lobo llegó” y que la posición del presidente Andrés Manuel López Obrador únicamente provocará “incertidumbre sobre el Estado de derecho y el libre comercio”, y que “afectará la confianza de inversionistas nacionales y extranjeros” es porque, lo que les preocupa, no es la patria, son los negocios que hicieron al amparo del poder cuando lo ejercieron o porque hoy son empleadillos de las trasnacionales. 

A éstos se les han abierto los espacios de información, y poca o casi nada a la secretaria de Economía, Tatiana Clouthier, que en una entrevista con los periodistas Álvaro Delgado y Alejandro Páez Varela en el portal Sin Embargo, pudo explicar varios detalles que permiten entender, antes que nada, que los tres países deben de ir a un panel de aclaraciones y no a un conflicto.

La secretaria Clouthier ha explicado que el escenario del “castigo” arancelario no puede darse como un hecho, porque todavía hay espacios para revisar los reclamos de EU y Canadá y los inconvenientes, pues ya ha habido paneles de controversias, por ejemplo, en temas laborales donde se ha llegado a acuerdos y se han establecido, cuando ha sido necesario, medidas de reparación.

Esta es la cuarta ocasión que se habrá de utilizar el mecanismo general de solución de diferencias del Capítulo 31 del T-MEC. Uno de los procedimientos lo inició Canadá por la distribución de cupos en el sector lácteo; otro de este mismo país en contra de Estados Unidos por una medida de salvaguarda en materia de células fotovoltaicas, y una más entre México y Canadá en contra de EU por la interpretación y aplicación de las reglas de origen en el sector automotriz, además la que ahora está a debate.

El discurso que se quiere generar es que como país estamos frente al paredón o como dice Álvaro Delgado, “si en este momento llegaran un grupo de marcianos y leyeran los vaticinios de la oposición sobre el reclamo de EU y Canadá,  pareciera que está por estallar una guerra de estos dos países contra el nuestro”. No es así. 

Y es que mientras aquí estos lobistas  hablan de la “Bomba energética”que le caería al país, en EU los medios comunicación no han sobre dimensionado el hecho, pues tienen claro que antes de “castigar”, se deben discutir las diferencias, los inconvenientes con “seriedad y determinación para tener una resolución expedita”, y acordar salidas, si se llega a ello, pero antes no se puede hablar de una guerra.

Desde luego se debe atender la controversia y prever sus posibles consecuencias, pero no es cierto que se está contra la pared. Antes, México debe conocer “qué le duele”, “dónde le molesta” a EU y a Canadá, y nuestro país defender su posición, luego entonces habrá de conocerse las salidas para resolver las diferencias.

Los negociadores mexicanos tienen como principal tarea, la defensa de la política energética, es decir la protección de los intereses del país, y para ello habrán de recurrir al capítulo 8, inciso a) del T-MEC donde se señala que “ningún agente ajeno o extranjero, puede intervenir ni tomar partida en las legislaciones, reformas, decisiones, entre otros, que más convenga al país en el manejo de los hidrocarburos”. El inciso b) destaca: “México tiene el dominio directo y la propiedad inalienable e imprescriptible de todos los hidrocarburos en el subsuelo del territorio nacional”. 

La guerra de la que hablan, quienes la “calientan”, son los mexicanos que siguen buscando que el pasado foxista, calderonista y peñista regrese, y por eso están aprovechando el reclamo de EU y Canadá para repetir aquello de “López Obrador, es un peligro para México”, por ello pregonan y pretenden asustar: AMLO “nos está llevando a una guerra comercial con EU y Canadá y la vamos a perder”.  

A esos el Presidente los llama “traidores a la patria”, son los mismos que han vaticinado que con su gobierno nos iba a ir muy mal, que el país se iba a ir de picada, que el peso se devaluaría de manera escandalosa, que México iba a ser en suerte una nueva Venezuela, y él, AMLO, un Nicolás Maduro.

Esos son los mismos que nomás no han acertado en sus análisis, en sus cálculos de que los mexicanos íbamos a reclamar en las calles volver al pasado. Una y otra vez se han clavado, se han equivocado. 

Entonces, chance, López Obrador pedirá que le pongan aquella canción de su paisano Chico-ché, dedicada a sus detractores, para recordarles, puntilloso, de cómo solitos se han clavado, de “cómo es que el sapo se mata él solito sin querer, (pues) un día salta y se ensarta, nunca deja de saltar, pasa la vida saltando, salta que salta que salta y solo se acaba ensartando”.

Que no le cuenten…

Y que el “chayo” de Alito encuera a más de tres de sus brothers. Uno buscó negar tal “hermandad”, López Dóriga: “Es un miserable y cobarde”; otro quiso hacerse el chistoso. “Está bien, no sabía que éramos brothers.  Qué tal y al rato, ese periodista nos dice que tiene otro carnal de peso pesado. “¡Cuauhtémoc de la Torre es mi hermano, mi brother!”  ¿No qué no Ciro?