Leticia Ramírez y las matemáticas

Por Mario A. Medina

Aun la recuerdo en aquella pequeña salita donde todos los días el Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador daba sus conferencias mañaneras. Estaba allí al pie del cañón atenta de alguna instrucción. Apenas terminaba conferencia de prensa, y un rato después ya tenía muchas personas haciéndole llegar a “El Peje” sus peticiones: Una casa, trabajo, escuela para sus hijos, apoyos para medicinas, resolver algún pleito jurídico, etcétera.

Siempre amable recibía folders y sobres donde iban las peticiones, unas a puño y letra en una hoja de cuaderno, otras a máquina de escribir; hablaba con las personas siempre con una sonrisa. A su equipo le pedía tratar de resolver los ruegos con atingencia y amabilidad, pero sobre todo les informaran si se podía o no resolver las solicitudes. Les requería no mentir, ofreciendo falsas expectativas.    

Lety siempre tuvo la vocación como profesora. Estudió la carrera en la “Benemérita Escuela Nacional de Maestros; No tuvo la “suerte” de tener un “buen origen”. Sus padres no tuvieron para mandarla alguna escuela del extranjero, pero pudo estudiar también Antropología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) y de Alta Dirección Pública.

Apenas el 1 de septiembre tomó posesión como nueva secretaria de Educación Pública en lugar de otra maestra de salón, Delfina Gómez.

En su primera entrevista exclusiva sobre el nuevo modelo educativo, la secretaria titubeó cuando la conductora Danielle Dithurbide de Televisa le dijo: “Trátenos de poner un ejemplo, ¿cómo va a aprender un niño las matemáticas en segundo de primaria que ya esté dentro del nuevo modelo educativo?” La respuesta de la secretaria en dos o tres segundos fue: “no podría contestar eso”.

Sí, tal vez la respuesta políticamente no era la correcta, pero su contestación fue sincera, no mintió. Tenía horas de haber llegado al cargo, y una respuesta específica no la podía dar. La primera radiografía que tenía de su nueva responsabilidad era general  y no particular, menos  para un nivel educativo específico.

Si revisamos los currículos de quienes fueron secretarios de educación, desde el gobierno de Ernesto Zedillo, quien por cierto también despachó desde el edificio de Brasil y González Obregón; si les hubieran hecho la misma pregunta, y si hubieran sido sinceros, su respuesta obligadamente debería haber sido la misma que expresó Leticia Ramírez.

El haber estudiado en escuelas “altamente prestigiadas” como el ITAM, Harvad, Aix-Marseille, Oxford, tener reconocimientos y altos grados académicos, maestrías, doctorados, no los posibilitaba poder estar frente a un grupo de primaria e impartirles clases de matemáticas o de cualquier otra materia, y más aún, tener la pedagogía y paciencia necesaria para que los pequeños estudiantes entendieran y  comprendieran la lógica matemática. 

Aquellos funcionarios a pesar de sus doctorados, estaban, están imposibilitados a dar una clase frente a grupo, sus historiales nos hablan de sus “éxitos”, de sus colegios “prestigiados” en el extranjero, de donde salieron más que bien preparados para hacer negocios desde el gobierno o contra éste y otras linduras.  

Fausto Alzati Araiza, fue titular de la SEP con Zedillo (1994 – 1995), se vio envuelto en un escándalo pues firmaba como “Doctor”  en ciencias políticas, egresado de la universidad de Harvard. Estudió la carrera pero no llegó a doctorarse. Aquel error le costó el cargo. 

Miguel Limón Rojas (1995 – 2000), también con Zedillo, las matemáticas fueron un buen aliado del funcionario, pues después de haber tenido ese cargo, propietarios de predios ubicados en Petatlán, Guerrero, lo acusaron de despojo, según publicó la revista Proceso el 5 de abril del 2018. Se le acusó del delito a él, a otro de sus hermanos y parientes; el semanario dio cuenta de que la entonces Procuraduría General de la República lo protegió. Su objetivo fue multiplicar lo que no era suyo. 

Vicente Fox Quesada, nombró a  Reyes Tamez Guerra (2000 – 2006) quien, según El Universal del 25 de noviembre de 2000, el mismo día que se anunció su designación, “fue impugnado por sus presuntos vínculos con actos porriles en la década de los años 60”. Al ser cuestionado,  por supuesto, respondió: “No soy porro, los medios han publicado algunas cosas, pero no saben lo que publican”. 

Felipe Calderón Hinojosa llevó a la SEP a  Josefina Vázquez Mota (2006 – 2009). Su currículum habla de que “es una política, economista y escritora mexicana, miembro del Partido Acción Nacional”. Estudió en el IPN, en la Ibero; se preparó en el Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa (IPADE), y luego un diplomado en el ITAM.

Seguramente Doña Josefina hubiera sido incapaz de dar números a nivel primaria. Las matemáticas que aprendió fueron a otro nivel; la excandidata presidencial panista se le recuerda de haber recibido alrededor de mil millones de pesos en un fideicomiso para apoyar supuestamente a migrantes mexicanos.   

Alonso Lujambio Irazábal (2009 – 2012) quien lamentablemente murió de cáncer, fue un profesor con vocación que había estudiado en el ITAM. Se decía que en los salones de clases les decía a sus alumnos antes de aplicarles un examen: “una mala calificación suele ser acompañada de una exhortación a cambiarse de carrera”, escribió la reportera Claudia Ramos.

Sin bien no se le conoció acto de peculado alguno, fue conocido que desde la SEP favoreció a la ex lideresa del SNTE, Elba Esther Gordillo, con partidas presupuestales no auditables, según acusó en su momento quien había sido director del ISSSTE,  Miguel Ángel Yunes. Claro, uno y otra, siempre lo negaron. Las matemáticas que practicaban ambos no les servían para dar clases en un plantel, por ejemplo, del Mezquital, en el estado de Hidalgo, les sirvieron para otro negocio.

José Ángel Córdova Villalobos (2012) fue secretario de educación y de salud con Calderón. Se le señala por su pensamiento conservador frente a políticas de Estado como la prevención y las pruebas rápidas del VIH/sida, el uso del condón y la píldora del día siguiente.​ Independientemente de su conservadurismo, Córdova, por su perfil y carrera profesional, encajaba bien como titular de Salud, pero no en Educación, donde si lo hubieran puesto frente al 2º B a dar matemáticas, mejor se hubiera echado a correr a operar a corazón abierto. 

Enrique Peña Nieto tuvo tres secretarios de educación, Emilio Chuayffet Chemor (2012 – 2015), Aurelio Nuño Mayer (2015 – 2017) y Otto Granados (2017-2018). De los tres, el primero con mejores cartas académicas, fue un político-político. 

En breve, parte de la historia de este trío nos habla de sus malas prácticas, del dinero sucio, irregular, producto del peculado para favorecer triunfos del PRI en tiempos de Peña Nieto, y aun antes. En la listas del caso Monex, de la Estafa Maestra y de otros desfalcos sus nombres aparecen. Fueron miles de millones de pesos que se les acusa de haber “desviado”. Seguramente ninguno de los tres les hubiera gustado dar clases de matemáticas básicas. Los números que ellos manejaban eran con muchos, muchos ceros por delante. 

Por cierto aún se recuerda aquel momento cuando una pequeña de primaria convino al titular de la SEP Aurelio Nuño Mayer, cercano a Peña Nieto, cuando éste les dijo a un grupo de estudiantes de primaria que les obsequiarían un paquete de libros “para que los empiecen a ler”, y luego preguntó: “¿Ustedes van a ler?”. La niña lo corrigió: “No se dice ler, se dice leer”.

En la revista  Proceso el periodistas Pos Mathieu Tourlieredijo de los ex secretarios de educación del gobierno pasado pero su crítica también queda perfecta a otros anteriores: “El expresidente Enrique Peña Nieto siempre estuvo rodeado por amigos influyentes; algunos tenían mucho dinero, otros mucho poder político, y otros acumulaban ambos. Y varios controlaban, en paralelo, estructuras escondidas en el mundo offshore”.  

Sí, de matemáticas sabían, como no. Buenos que salieron para sumar, sumar; multiplicar o volver a multiplicar; restar para tranzar al Estado o a quien se dejara. Si hubieran sido maestros de salón, “reprobados” diría su boleta como titulares de la SEP; “no hubieran podido contestar eso”, aún con todo y sus “altas credenciales” de universidades  del extranjero.

Seguramente quienes pretendieron hacer mofa del “traspié” de la secretaria de educación, sólo vieron esos dos o tres segundos del insert, pero nunca atendieron toda la entrevista, donde respondió puntualmente a todas y cada una de las preguntas que la conductora le hizo; habló del diagnóstico, de que hay un programa piloto; que no es un programa acabado; que el modelo pretende que la niñez reflexione, que la educación que se imparta sea humanista, inclusiva, que los alumnos aprehendan a cuestionarse su entorno.

Sí, tal vez esa respuesta, de uno, dos o tres instantes, políticamente no fue la correcta, éticamente lo fue.

Que no le cuenten…

¿Cómo se puede romper lo que ya está roto?