¿Ricardo el bueno, AMLO el malo?

Por Mario A. Medina

En la LXII legislatura conocí a Ricardo Anaya. Reconozco que me impresionó su talento, capacidad, inteligencia, facilidad de palabra. Reflexionaba sobre su personalidad y buscaba compararlo con la vieja guardia panista que llegué a conocer cuando cubría semana a semana las conferencias de prensa del PAN en lo que fue su sede nacional de Ángel Urraza. 

Al oírlo hablar en la tribuna de San Lázaro, en las conferencias de prensa, era más que evidente que era uno de los jóvenes talento de la nueva generación de panistas, bien preparados, pero sobre todo mucho muy inteligente.

Por aquel tiempo pude platicar con algún compañero que trabajaba para el grupo parlamentario panista que se encargaba de hacer análisis político para ellos, quien lamentablemente falleció hace ya varios años. Me confirmó que efectivamente era un “cuadro” muy destacado del panismo y que formaba parte de un grupo político que se había adueñado del PAN y que estaban haciendo alianzas con el PRI de Enrique Peña Nieto. 

Recuerdo que me dijo, palabras más, palabras menos: “Ricardo es muy ambicioso, eso no es malo, el problema es que esa cualidad no es para cumplir uno de los principios del panismo, que es el bien común; lo que busca Anaya es el bien personal, de él y su familia, y para ello aprovecha su talento para venderse bien”. 

Incluso, recuerdo que en algún momento mi amigo quien, dentro del grupo parlamentario del PAN era el especialista en temas de izquierda, era un conocedor de muchos de los personajes del PRD, sabía de sus trayectorias, de sus capacidades y debilidades. Tenía una ficha de al menos de cada uno de los diputados perredistas más destacados.

También tenía una radiografía de los diputados panistas. Desde luego uno ellos era Ricardo Anaya y del mismo Luis Alberto Villareal quien, éste último, había sido el coordinador parlamentario del PAN en esa LXII legislatura.  Villarreal y los panistas se habían hecho famosos por los escándalos; fueron acusados de haber recibido dinero ilegalde los montos autorizados a cada proyecto de infraestructuraen los estados y municipios, los llamados “moches”.

Ricardo Anaya era el “niño maravilla” del panismo y era uno de los destacados negociadores para que la reforma energética se aprobara. Ya en aquel momento en los pasillos de San Lázaro era común escuchar “rumores” de que “pago por el voto” a favor de la reforma iba a ser bien retribuido, y si el voto era de un diputado de la oposición iba a ser más dadivoso y que los negociadores, los que convencieran a sus compañeros, el gobierno peñista les iba a estar mucho más agradecido. 

Anaya hoy se dice víctima de una venganza política del Presidente Andrés Manuel López Obrador. Puede ser, no se debe descartar, como tampoco se debe negar que Ricardo Anaya se está victimizando, gritando: “¡Al ladrón, al ladrón!”

Allí están las acusaciones de sus excompañeros panistas que lo llegaron a señalar de “corrupto”, de “lavar dinero”, de recibir “moches”. No fue López Obrador que al calor de la elección presidencial le hizo tal señalamiento, fueron personajes como Felipe Calderón, Margarita Zavala, Gustavo Madero, Ernesto Cordero y de Javier Lozano, quienhabía dejado las filas del PAN para convertirse en el vocero del candidato presidencial del PRI, José Antonio Meadequienes lo acusaron, incluso uno de ellos judicialmente.

Los señalamientos contra Anaya no sólo tenían que ver con un cobro de cuentas, pues quien lo recuerda afirma que Ricardo “se le empezó a subir”; jugaba en grandes ligas y era reconocido y apapachado por personajes como el propio Manlio Fabio Beltrones, quien era el coordinador parlamentario del PRI en aquella LXII legislatura. Anaya, era acusado también de traicionero y marrullero

El joven Anaya empezó a escalar a volar muy alto, el ego le ganaba, lo que lo llevó a hacer a un lado, hacer de menos a muchos de sus compañeros panistas que, incluso, se dice fue un factor que llevó a muchos de ellos a abandonar las filas de ese partido, pues veían muy cercano al grupo anayista con el Presidente Enrique Peña Nieto. 

Efectivamente, como ha señalado el Presidente López Obrador, la Fiscalía General de la República, está obligada a transparentar este caso, demostrar que detrás no hay ninguna intención política de castigarlo. Es de primera importancia que así sea. Sería muy lamentable que después nos enteráramos que el móvil fue político, sobre todo cuando el propio López Obrador fue víctima de acciones políticas en su contra como ocurrió con el desafuero entre 2004 y 2005.

Otro amigo que dejó el PAN y ahora se dedica a su trabajo, alejado de la política, me ha dicho: “Mira, me parece que detrás de esto está López Obrador; lo quiere ver en el reclusorio, pero también es cierto que Anaya sí tiene las manos sucias, que se está tirando al piso porque busca victimizarse para salvarse de una acusación que no descarto que sea verdad, pero también como parte de una precampaña, porque ya desde hace un buen rato Ricardo se ve como Presidente de México”.

En fin, no estamos frente a una película que narra “la historia de dos amigos en el México rural de los años cincuenta: Jorge Bueno (Jorge Negrete) y Pedro Malo (Pedro Infante). Ambos compartían aficiones como las parrandas, el juego y las mujeres”.

No, no estamos frente a una comedia, y menos frente a dos amigos. Estamos de cara a un caso de la vida real, donde uno los actores pretenden convencernos de que es un buen chico, que hoy nos deja escuchar algunas coplas de su supuesta “inocencia” y “rectitud”, de su “intachable vida” y nos habla de la “perversidad” de López Obrador que, asegura, lo quiere quitar “a la mala” de la contienda presidencial en el 2024.  

López Obrador ha dicho por su parte: “¿y yo por qué?”, que él no es igual a los demás, y que si Anaya está en problemas es por su “mal proceder”, y no por “mala leche” presidencial; para ello unas coplas también vocalizó para su ex contrincante presidencial: “la gente dice sincera cada vez que algo sucio sucede, que para Anaya no va a haber pena y si bien portado se ha condiucido…”.

En fin, estamos viendo algo así como una película, pero esta no dirigida por Ismael Rodríguez que, acaso la podríamos llamar: ¿Ricardo el bueno y AMLO el malo?

Que no le cuenten

¿De quién fue la pésima idea de no permitir que el abogado de Ricardo Anaya no haya tenido acceso a la carpeta de investigación que se judicializó en contra del excandidato presidencial panista? ¡Cómo se parece la Fiscalía de hoy a la Procuraduría de antes! No, bueno.