El lado izquierdo de América Latina

Por Mario A. Medina

Si le echamos una mirada al mapa de América Latina vamos a poder observar que el lado izquierdo del subcontinente se ha pintado, se ha cargado a la izquierda. México, Nicaragua, Honduras, Colombia, Venezuela, Chile, Argentina, Bolivia y, desde luego Cuba, son países cuyos gobiernos se definen de izquierda.

El triunfo del ex guerrillero Gustavo Petro en Colombia, representa un enorme paso de la izquierda latinoamericana, pues por primera vez en la historia de este país gana un candidato no afiliado al conservadurismo que ha prevalecido durante siglos.

Como toda América Latina, Colombia ha sido la gran veta de los colonizadores, sea España, Inglaterra, Portugal, Holanda o Estados Unidos. Cada una de estas naciones se benefició o se ha beneficiado de las riquezas que se llevaron, o mejor dicho que se robaron, pero al mismo tiempo dejaron desgracias económicas, políticas y sociales.  

La derecha colombiana a pesar de no estar a un lado de EU, ha sido fiel vasallo de los gringos. Apenas en marzo pasado, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, declaró a Colombia como “país aliado estratégico” no miembro de la OTAN. Con esto Biden reconoció el grado de lacayo del aún presidente Iván Duque, quien se ufanó de que su país “es el aliado número uno de EU en la región.”

Colombia ha experimentado una “modernización” gradual pero que, como en México, los grandes beneficiarios ha sido el sector privilegiado de toda la vida, las grandes clases adineradas que tienen “sus” empresas y “sus” empleados en “sus” naciones de origen pero que viven y disfrutan de la vida en Miami o New York.    

El país de Gabriel García Márquez sigue siendo un país pobre y violento, cuya situación social y económica expulsa a un sinnúmero de hombres, mujeres niños en busca del sueño americano, igual que miles de venezolanos, pero sin embargo, la propaganda destaca la “desgracia” de éstos últimos que “huyen del régimen comunista de Nicolás Maduro”, pero poco o nada dicen de los colombianos, quienes hartos de años y años de pobreza y violencia, igual buscan salir de su país para encontrar un futuro mejor.  

En agosto de 2018, la BBC-Mundo publicó un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) donde se destacaba que un gran porcentaje de los colombianos “tendrán que esperar 330 años para salir de la pobreza, lo que equivale a 11 generaciones.”

Frente a esta triste y lamentable realidad, los colombianos optaron por un cambio, un “¡ya basta!” a décadas de corrupción, miseria, desigualdad, hambre, falta de oportunidades; soñaron que pronto puedan “vivir sin miedo a la violencia”, y que van a poder tener derecho a la educación, a la salud, a la cultura. 

El sentir de los colombianos fue muy parecido al enojo, a la fe y a la esperanza de millones de mexicanos que sacaron de Los Pinos a la derecha neoliberal que, al menos en 36 años, cansaron a una población que empobrecieron, que tenía fe de que un día la “Revolución” les hiciera justicia, pero esta nunca llegó.

La derecha de aquel país diseñó, igual que aquí, una campaña que buscaba generar miedo entre la sociedad. “Gustavo Petro, un peligro para Colombia”, lo calificaban los conservadores preocupados y no tanto porque fuera llegar un “comunista”, sino porque sería un peligro para ellos, para su proyecto conservador ya enmohecido, para sus grandes negocios, para sus transas. Igual que aquí. 

Por fortuna el triunfo de Petro fue reconocido y respetado. Sin embargo, no podemos descartar que, igual que en México, van a hacer hasta lo imposible por desgastar al presidente, al ex guerrillero, quien seguro va enfrentar otra guerra, pero ésta mediática.

El hecho de que nueve gobiernos hoy sean de izquierda nos debe obligar a no ver  sólo que el lado izquierdo del mapa de América Latina se cargó a la izquierda. Se debe ver como una oportunidad de cambio a favor de los pueblos y de los países mismos.

Estos gobiernos de izquierda deben entender que no ya pueden engañar a la población, que no deben ser gobiernos practicantes de la corrupción o no hacer nada para empezar a acabar con miseria, desigualdad y hambre; una de sus tareas es que todos tengan acceso a la salud, a la educación y a la cultura.

Es también la oportunidad para que no sólo el gobierno de EU, sino todas las estructuras de poder de aquella nación, desde demócratas y republicanos, hasta las grandes trasnacionales, entiendan que América Latina no es su patio trasero; que la Guatemala de hoy no es la de Jacobo Árbenz; ni Chile el país de Augusto Pinochet, ni Bolivia la de Hugo Banzer, ni Dominicana es de Rafael Trujillo.

Es la ocasión para una gran alianza de los gobiernos y los pueblos para que en la medida de lo posible, con los matices correspondientes, lleven una sola voz, que ni una sola nación permita se excluya a otra. 

La Cumbre de las Américas fue un espacio que permitió alzar la voz a quienes se atrevieron, como lo hizo el Presidente Andrés Manuel López Obrador, que los asuntos del continente son de todos y no de quien pretende seguirse erigiendo en el mandamás, el capataz, el gobernante del continente.

Por ello es de celebrar el mensaje del presidente argentino, argentino, Alberto Fernández que en la Cumbre de las Américas  reclamó: “El silencio de los ausentes nos interpela. Para que esto no vuelva a suceder, quisiera dejar sentado para el futuro que el hecho de ser país anfitrión no otorga la capacidad de imponer el derecho de admisión”.

El triunfo de López Obrador en México, de Xiomara Castroen Honduras, Luis Arce en Bolivia, Gabriel Boric en Chile, Gustavo Petro en Colombia y seguramente pronto LuizInácio Lula da Silva en Brasil, será una nueva oportunidad para que vuelva a renacer el sueño bolivariano de ver a América Latina unida.

La derrotada derecha latinoamericana debe entender la lección que la población les ha dado, del porqué los echaron del poder, por negarse a incorporarla a mejores niveles de vida, a la modernidad que sólo es de ellos, porque el sistema que ofrecieron, el proyecto neoliberal, no le trajo ningún beneficio a gente común y corriente, pero sí a ellos y sólo a ellos. 

La derecha en AL debe entender que mientras siga pensando como los colonizadores y siga actuado como lo hicieron ellos y no entiendan que esto ya cambió, seguirán siendo derrotados. La misma receta aplica para los Estados Unidos.

Que no le cuenten…

Mientras el sábado pasado se celebró la marcha 44 por el Orgullo Gay, podemos festejar también  que una parte de la sociedad mexicana hoy avanza en su tolerancia y en deshacerse de prejuicios, la jerarquía católica y el PAN siguen viviendo en el medievo, han logrado frenar en el Senado reformas al Código Penal Federal y la Ley General del Salud para penalizar las llamadas terapias de conversión, con las que se pretende “corregir” alguna orientación sexual de las personas.