Volver la mirada al sur

Por Mario A. Medina

“Tanto mirar al norte, que México se fue olvidando del sur”. Esta era, no sé si la molestia, la queja o el reclamo que las naciones de América Latina tenían hacia nuestro país durante los gobiernos neoliberales.

Sí, durante más de 30 años hubo un desdén hacia Latinoamérica al que se les dejó de ver y oír, pero peor aún, se le seguía viendo como los “hermanos menores”, a los que se les abandonó. México se conectó con Estados Unidos y se desenchufó de América Latina, tiempo en el que las naciones del sur del continente fueron creciendo, haciéndose más grandes y la región se hizo más compleja; los países de Centroamérica, el caribe y del sur, tuvieron diferentes orientaciones sociales, políticas y económicas, lo que llevó a México a perder influencia, espacio que, a decir muchos analistas, Brasil lo supo ocupar, primero con Lula y después con Jair Bolsonaro.

Luego de “ciertos roces” entre México y Estados Unidos debido a la expropiación petrolera, el gobierno del Presidente Miguel Alemán Valdés buscó un acercamiento con EU y tras la visita del Presidente Harry S. Truman a nuestro país, el veracruzano devuelve la cortesía a Washington que le permitió presumir frente al mundo la política de la “Buena Vecindad” entre ambas naciones. Aquella relación, se convirtió en una política de “interdependencia” que generó preocupación de sectores nacionalistas mexicanos que miraron con peligro el que Estados Unidos se sintiera con derecho de intervenir sobre la soberanía nacional.

Los gobiernos subsiguientes entendieron que viviendo espalda con espalda con la primera potencia del mundo no era pertinente estarse peleando con su vecino, pero tampoco ser su rehén de toda la vida. Bien lo dijo Porfirio Díaz, “tan lejos de Dios y tan cerca de EU”.

Dos ejemplos de esa necesidad primordial de mostrar que se podía ser buen vecino, pero no rehén, fue la nacionalización de la industria petrolera del Presidente Adolfo López Mateos y el apoyo a un grupo de revolucionarios cubanos encabezados por Fidel Castro a quienes el mismo López Mateos habría de dar su respaldo y colaboración para que siguiera triunfante la revolución.

En 1961, México encabezó protestas en Naciones Unidas contra la invasión de Bahía de Cochinos, una y otra vez se opuso a que la Organización de Estados Americanos (OEA) impusiera sanciones económicas a Cuba. En 1964, fue el único miembro del organismo intercontinental que rechazó la iniciativa de Estados Unidos de romper relaciones diplomáticas con La Habana.

Lo mismo habrían de hacer otros mandatarios mexicanos lo que no era del agrado de los gobiernos demócratas y republicanos que han practicado por igual un bloqueo feroz hacia la isla, pero sin poder doblegar a la revolución, incluso aun hoy con el apoyo tecnológico de las redes sociales.

Efectivamente, México abandonó su área de influencia natural, dejó de ser un líder regional, miró hacia al norte, olvidó sus raíces y presumió que escalaba espacios para los que no estaba del todo preparado, y cuando todo mundo se preguntaba el por qué la inactividad, la nula importancia que le estaba dando el Presidente Andrés Manuel López Obrador a su política exterior, “si es que la hay”, han dicho con desdén algunos analistas, a la mitad del camino, el líder morenista está mostrando que sí cuentan con una estrategia de política exterior hacia la región latinoamericana y caribeña, y que está apostando porque México vuelva a asumir un liderazgo regional.

Una señal de ello tiene que ver con su iniciativa de reemplazo de la OEA por un nuevo organismo que se construya; ha propuesto “algo semejante a la Unión Europea, pero apegado a nuestra historia, a nuestra realidad y a nuestras identidades”, y que en verdad integre a todos los países de América Latina y el Caribe, y que resuelva los conflictos entre ellos.

Por ello tiene gran relevancia la reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que se llevará a cabo este fin de semana en México, cuya presidencia temporal encabeza nuestro país, encuentro en el que seguramente el gobierno morenista habrá de plantear, si no la desaparición de la OEA que desde su nacimiento ha sido instrumento de los Estados Unidos, sí se convierta en un organismo que en verdad sirva a los intereses de los países del continente, pero no bajo el principio tramposo de “América para los americanos (para EU)”, sino como planteaba Simón Bolívar, que los principios de unidad y solidaridad sean los ejes de las relaciones entre los países de América Latina.

Andrés Manuel López Obrador está volviendo la vista al sur del Suchiate, pero igual al caribe; alza la voz, reclama el papel que ha jugado la OEA, y acusa el penoso que ha tenido Luis Almagro al frente del organismo. Manda claros mensajes al norte cuando invita a la ceremonia del 211 aniversario de la independencia de México al presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, y al mismo tiempo le recuerda al presidente Joe Biden la “indiscutible hazaña histórica” de la Revolución cubana, la defensa de la soberanía por parte del pueblo de Cuba.

Un día después de recibir a Kenneth Lee Salazar nuevo embajador de EU en México, sin sonrojo se atreve a decir de la revolución socialista: “merece el premio de la dignidad y esa isla debe ser considerada como la nueva Numancia por su ejemplo de resistencia”.

La Revolución cubana ha preferido soportar el bloqueo económico y político antes que caer en manos de los gringos. 62 años de resistencia, 62 años de ser piedra en la bota del mismísimo Tío Sam.

Durante más de 30 años los gobiernos priístas y panistas se convirtieron en lacayos del vecino del norte. El mejor ejemplo fue aquel “Cenas y te vas” del presidente Vicente Fox a Fidel Castro para no incomodar al Presidente George Bush en abril de 2002, durante la Cumbre Económica de Monterrey. Sí, es cierto, no es fácil convivir con el potentado que amenaza, y por ello es menester no chocar con ellos, pero al mismo tiempo no domesticarse.

El mensaje de López Obrador en la celebración del 211 aniversario de la independencia, cuando llamó a EU a levantar el bloqueo contra Cuba, y que ningún Estado tiene derecho a someter a otro pueblo, muestra el papel que puede volver a retomar nuestro país como líder en el continente. Allí está su impulso para ser el espacio para que el gobierno de Venezuela y la oposición se sienten a negociar una salida a sus diferencias.

El encuentro de la CELAC efectivamente deberá servir para “reajustar y reconfigurar la relación con EU” y el resto de las naciones del continente, donde el México de la Cuarta Transformación debe asumir el papel que abandonaron neoliberales panistas y priístas frente a EU, ser líder y no peón.

Parafraseando a Fidel Castro, el sentimiento de lucha, amistad, respeto y cariño de México hacia el resto de América Latina, “no se debe basar sólo en la historia pasada, sino también en la historia presente” cuando de México ha decidido nuevamente volver a mirar al sur.

Que no le cuenten…

Sobre las tablas del ajedrez el maestro comenzó a mostrar sus jugadas que recuerdan las cátedras de otros de quienes aprendió. Mueve sus piezas, deshace jugadas, rompe alianzas, y sobre el paño, apunta el taco en la dirección que desea, jugada de tres bandas o de fantasía, la que sea, la que le convenga que lleve la bola a la buchaca, la reacción en cadena que tiene en mente