Heberto Castillo y la Corte del Pueblo
Por Mario A. Medina
La toma de protesta de Laura Itzel Castillo Juárez a las y los ministros electos por la población y no por una sola persona, es decir por quien encabeza el Poder Ejecutivo, tiene un significado que va más allá de un instante estelar en la historia de nuestro país.
Fue un momento en el que el anhelo del padre de Laura Itzel, el ingeniero Heberto Castillo Martínez, fundador del Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT), a través de ella, vio cumplida una más de sus muchas batallas.
Heberto fue un “ejemplo por la lucha, por la libertad y un apasionado por la justicia y la democracia”, refirió hace diez años el padre Miguel Concha Malo, quien era director del Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria.
Y es que en la Declaración de Principios, Programa de Acción y Estatutos del PMT que fueron aprobados por su Congreso Nacional Constituyente, primero en 1974 y, después reformados en 1977, 1980, 1983 y 1984, el pemetismo no quitó el dedo del renglón para que las y los integrantes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación(SCJN), magistrados y jueces fueran electos por voto directo y secreto.
La idea de la reforma al poder judicial mexicano la retomó años después el expresidente Andrés Manuel López Obrador, y lo mismo hizo la presidenta Claudia Sheinbaum debido a la grave corrupción y desigualdad en el sistema judicial de nuestro país, amén del nepotismo y falta de imparcialidad en la administración de justicia y exceso en las facultades de la Corte; una instancia aliada al poder económico y político, lejana, muy lejana de la población.
Esta misma radiografía del poder judicial la observó Heberto Castillo y fue por eso, por lo que el Programa de Acción del PMT, en su punto tercero demandaba: “luchar porque se reestructure el Poder Judicial para acabar con la corrupción, porque sea realmente independiente, y porque los ministros, que actualmente son designados por el presidente de la República, los magistrados y los jueces sean nombrados por elección popular”.
A decir de algunos pemetistas ya maduros, fue el ingeniero Castillo, junto con un grupo de jóvenes abogados, como Adela Salazar -apresada por el ejército en septiembre de 1968 por defender a trabajadores y ser de izquierda- quienes se encargaron en ese 1974 de la redacción del Programa Acción, y que la idea de la elección por voto popular, fue a partir de los fallos y resoluciones ilegales de los ministros, magistrados y jueces en contra de personas acusadas injustamente, y de los presos políticos del 68, entre ellos, en contra de Demetrio Vallejo, quien también fue fundador del PMT, quien, consideran, “muy probablemente”, revisó también el Programa, coincidiendo en la exigencia.
Aquellos documentos del PMT en los que se expresaban los sentimientos de la mayoría de la población, planteaba también, “luchar porque el Distrito Federal se convierta en un estado federativo y las delegaciones (políticas) en municipios”, propuesta que ocurrió años después.
Se demandaba la desaparición de reformas anticonstitucionales aprobadas en 1970 y 1982 al código penal por ser “una amenaza para el ejercicio del derecho de huelga y las libertades democráticas”; igual se llamaba a “respetar los preceptos constitucionales que garantizan los derechos de asociación, de reunión, de expresión, de información y de petición”.
El que la población decidiera con su voto una “Corte del Pueblo”, Heberto Castillo tocó el tema en muchas ocasiones cuando fue Diputado Federal, como Senador de la República, o en sus colaboraciones en la revista Proceso y en los diarios La Jornada, El Universal y Excélsior, amén de sus arengas políticas.
Sólo por luchar por un país distinto, por apostar por un proyecto de nación independiente e incluyente y por participar en el movimiento estudiantil de 1968, a Heberto, el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz le imputó diez delitos: “incitación a la rebelión, sedición, asociación delictuosa, daños a las vías generales de comunicación, daños en propiedad ajena, robo de uso, despojo, acopio de armas, lesiones a agentes de la autoridad y homicidio”. Lo recluyó en el Palacio Negro de Lecumberri casi dos años, de 1969 y a 1971.
Al PMT se le reconoció como un partido de izquierda nacionalista identificado con la Revolución Mexicana; Zapatista, floresmagonista; su emblema, un “ollin” azteca que significa unión y movimiento; tuvo otro: un puño, y detrás un machete y un mazo que, a decir de Heberto, eran entre los mexicanos, “instrumentos que la gente reconocía en el trabajo, más que la hoz y el martillo”.
Heberto nació en Ixhuatlán de Madero, Veracruz, el 23 de agosto de 1928. Ingeniero civil de profesión, “destacó por sus grandes obras civiles, como fue la construcción del World Trade Center, desarrolló un sistema estructural conocido como “tridilosa”, combinación de acero y concreto que permite construcciones con mucho menor peso.
En 1961 participó en el Movimiento de Liberación Nacional (MLN), al lado del general Lázaro Cárdenas del Río; en 1988 fue candidato presidencial por el PMS, pero declinó en favor de Cuauhtémoc Cárdenas.
El 5 de abril de 1997 murió de un paro cardiaco, luego de una operación a corazón abierto. El 3 de octubre de ese mismo año, su esposa, María Teresa Juárez, recibió del presidente Ernesto Zedillo la Medalla Belisario Domínguez, que le fue otorgada por unanimidad por todas las fuerzas políticas representadas en la Cámara Alta. Sus restos descansan en la Rotonda de las Personas Ilustres.
Seguramente Laura Itzel se sintió feliz, emocionada; tal vez se imaginó que su papá estaba ahí, cuando le tomó la protesta a las y los nueve ministros electos por elección popular como planteaba aquel artículo 3 del Programa de Acción del Partido Mexicano de los Trabajadores.
Que no le cuenten…
Su silencio fue estruendoso, luego de que vaticinaron, y hasta celebraban el “regaño” de Marco y una expedición punitiva como aquella del ejército de los EU, de marzo de 1916, contra el guerrillero Pancho Villa. Lástima Margarito, no se les hizo.