Lady-racista (el espejo) frente a nosotros
Por Mario A. Medina
¿Cuántas escenas no hemos visto, de cuántos hechos denigrantes hemos sabido de ciudadanos ofendiendo, injuriando a las y los elementos policíacos como el que conocimos en días pasados de la ya célebre Lady-racista, la modelo argentina Ximena Pichel?
El evento en el que esta mujer insultó a un policía de CDMX tras no pagar el parquímetro en la colonia Condesa se hizo viral; ha trascendido más allá de una decena, tal vez centenas o miles de incidentes que de esta misma naturaleza han acontecido; suceden a diario en todo el país, y muchas veces no hay la constancia de un video, pero sabemos que han ocurrido.
Una cosa es cierta, la falta de respeto a los y las policías “se debe a factores como la corrupción y falta de capacitación”, hasta la negación de apoyo de sus mandos superiores y de las mismas dependencias para las que laboran.
¿Cuántas escenas no hemos visto en las instalaciones del Metro, en las calles o en poblados donde, la falta de capacitación para detener a un violador de la ley es evidente o el miedo que tienen los mismos elementos para realizar una detención de un acusado, porque muchas veces, no están instruidos para ello; la gente los ofende, los maltrata y hasta los corre; se van porque el delincuente está mejor armado, porque una población entera les echa montón o se encuentran con una Lady-racista, un funcionario prepotente o un bravucón mejor dotado física y verbalmente.
Este tipo de actos penosos, vergonzosos, son producto de una ciudadanía que le ha ido perdiendo respeto, pero también confianza a nuestra policía.
Igualmente los perpetran potestades gubernamentales como lo hizo quien fuera la alcaldesa de Cuauhtémoc, Sandra Cuevas, quien, por fortuna, fue castigada por la comisión de delitos de abuso de autoridad, discriminación e, incluso, por robo en contra dos policías, además de agresión física y verbal. Cuevas no tuvo otra que ofrecer una disculpa pública.
Como ciudadanos somos culpables de la falta de respeto a nuestros policías, actuamos de manera indiferente; los concebimos como personas impreparadas y corruptas, por lo que muchos consideran, “no tenemos por qué respetar la ley, y menos por qué respetar al uniformado”.
Sí, efectivamente, como sociedad, hemos padecido o conocemos de actos de corrupción de elementos policíacos; es un problema endémico de ese sector, pero es cierto también que muchos cumplen con su responsabilidad, a pesar de todas las limitaciones que tienen, desde su preparación policíaca, hasta la falta de apoyo de las instituciones que representan.
Se dice que hay “una ruptura en la comunicación entre la sociedad y las instituciones de seguridad”, pues no se les tiene la confianza necesaria; a las y los policías se le ve, se les concibe como “gente jodida, inepta e ignorante”.
Pero además de esto, habrá que aunar la discriminación y el racismo que enfrentan a diario en la calle, por el color de su piel, su complexión, su estatura; por estas características muchas veces, a diario, se les ofende y se les falta el respeto a su persona e investidura o hasta por el seno social del que son originarios.
Bien ha señalado Carla Martell, reportera dedicada a temas de seguridad, “es desgarradora la realidad de la policía en México”, porque “mientras que en otros países los policías son sumamente valorados y considerados como la autoridad de máximo respeto, en nuestro país, la ciudadanía no tiene confianza ni respeto en esos servidores públicos”.
Pero tampoco, considera ella, “no se sienten respaldados ni protegidos por el Estado, pues constantemente, a quienes buscan hacer bien su trabajo, se les vulneran sus derechos, son asesinados, no tienen herramientas ni instalaciones óptimas y tampoco son capacitados”.
Los actos de racismo y denigración en su contra son hechos que a diario ocurren en las calles de nuestras ciudades, de nuestras poblaciones, en el país entero y no sólo en la colonia Condesa.
Por fortuna el hecho lamentable de la Lady-racista fue grabado y se viralizó. Hoy la modelo argentina que ha trabajado para TV Azteca está pagando el costo de sus insultos, de su odio y de su racismo, pero al mismo tiempo ese video es como un espejo, nos acusa y nos dice algo, que como sociedad debemos atender, porque ¿cuántos no han actuado igual que esta mujer?
Que no le cuenten…
– ¿Y el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación?
-Se oye su silencio- Sí sólo su silencio.